Costa Rica se independizó del Imperio español el 15 de septiembre de 1821, junto a las demás provincias de la antigua Capitanía General de Guatemala. La independencia, decidida en Guatemala, había pasado inadvertida para los costarricenses, que se enteraron por sorpresa de ella cuando llegó la noticia a Cartago el 13 de octubre de 1821, siendo gobernador el capitán Juan Manuel de Cañas. Junto con la noticia de la independencia, un documento fechado el 16 de septiembre de 1821, redactado por el licenciado José Cecilio del Valle y firmado por el Capitán General Gabino Gaínza, llegó otro documento conocido como el Acta de los Nublados, redactado en León, Nicaragua, el 28 de septiembre de 1821. El Acta de los Nublados optaba por un desacuerdo de la Intendencia de León (a la que pertenecía la Provincia de Costa Rica) con lo acordado por las autoridades de Guatemala, y pedía a los costarricenses que esperasen "hasta tanto se aclaren los nublados del día",84 por si la independencia era revertida por los españoles.
La noticia de la independencia provocó alegría y desconcierto entre los costarricenses.85 En esa época, Costa Rica era la provincia más atrasada y pobre del Imperio español. Lejana, prácticamente "olvidada" por las autoridades residentes en Guatemala, poblada con escasos 50 000 habitantes distribuidos en pequeñas aldeas del Valle Central, el Pacífico central y sur, y el Caribe. Contaba con la economía más débil de los miembros de la Capitanía General de Guatemala, desvinculada del mercado mundial porque no había podido consolidar una actividad productiva importante como para mantener dicho vínculo, y un comercio limitado a Panamá y Nicaragua. No existían bases materiales más o menos firmes sobre las que reposara algún grado de seguridad para que el pueblo pudiese realizar sus labores cotidianas. Aspectos como el desarrollo del arte, la medicina, la alfabetización, la presencia de intelectuales y obras de infraestructura eran prácticamente nulos. La población se caracterizaba por su evidente pobreza, a excepción de un pequeño grupo de descendientes de españoles, casi todos habitantes de Cartago, que eran propietarios de las haciendas, los cultivos y los hatos ganaderos. Era una Costa Rica de grandes contrastes sociales. En el campo de la sanidad y la medicina, la situación no era alentadora: los curanderos no sabían leer y no había en el país un solo farmacéutico. No había hospital ni botica ni médicos. La primera escuela primaria había sido fundada en 1814, conocida como escuela de Santo Tomás, ubicada en San José. Como contraste, otras provincias como Guatemala y Nicaragua tenían su propia universidad.86
En lo político, era una sociedad conservadora dirigida y guiada por sectores políticos afines a la Corona. La disidencia política, residente en su mayor parte en San José, se mantenía en la sombra. La noticia de la independencia planteó un debate político en torno a varios asuntos fundamentales: la nueva organización política a construir, la seguridad interna y externa, la vinculación al mercado mundial, la construcción del Estado nacional, y la determinación de quiénes tomarían las riendas políticas del país. La independencia fue una ruptura existencial debido a que se debieron formar nuevas relaciones sociales, pues mientras el sector conservador en el poder, conformado por sacerdotes, comerciantes, militares y burócratas, era partidario del viejo orden colonial, existía otro grupo de costarricenses que no formaba ni tenía relación directa con la cúpula en el poder, que vio la independencia como una nueva situación que planteaba nuevas opciones y desafíos para los costarricenses.
Se formaron dos fuerzas: una de las tendencias sostenía la idea de que los delegados nombrados por los cabildos no tenían la autoridad necesaria para decidir qué tipo de gobierno le convenía a Costa Rica, por cuanto no habían sido elegidos por voluntad popular. El líder de esta idea era un bachiller nicaragüense emigrado a Costa Rica, de nombre Rafael Francisco Osejo. La tesis contraria, encabezada por José Santos Lombardo, consideraba que los delegados tenían el poder y la autoridad para tomar esa decisión. Triunfó la tesis de Osejo y el 29 de octubre de 1821 se celebró un cabildo abierto en Cartago, en el que se redactó un acta que proclama la Independencia de Costa Rica del Gobierno español, pero al mismo tiempo se aprobó que se observaran la Constitución y leyes que promulgara el Imperio mexicano de Agustín de Iturbide, en el “firme concepto de que en la adopción de este plan consiste la felicidad y verdaderos intereses de esta provincia”. La unión a México era apoyada por las fuerzas conservadoras que encabezaban las ciudades de Cartago y Heredia, pero los liberales de San José y Alajuela abogaban por una independencia total de cualquier otro estado. El juramento de fidelidad a Iturbide fue aplazado con diversos pretextos y al final nunca llegó a realizarse.29 Eventualmente, ambas tendencias llegarían a enfrentarse en un enfrentamiento bélico en 1823. El 12 de noviembre de 1821, se llevó a cabo una nueva Asamblea con el objetivo de nombrar una Junta que se encargaría de redactar la primera Constitución Política de Costa Rica, conocida como Pacto de Concordia, que entró en vigencia el 1 de diciembre.
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El Acta de Independencia de Costa Rica suscrita el 29 de octubre de 1821, después de haberse recibido la noticia de que el 11 de octubre anterior la Diputación Provincial de la Provincia de Nicaragua y Costa Rica, reunida en León, había decidido la Independencia absoluta del Gobierno español y la posible anexión al Imperio Mexicano proclamado por Agustín de Iturbide. El acta fue firmada no solamente por los miembros de la corporación municipal, sino también por el Jefe Político subalterno del Partido de Costa Rica Juan Manuel de Cañas-Trujillo y por varios legados de otras poblaciones de Costa Rica que a la sazón se hallaban en Cartago. En el acta se consignaron decisiones análogas a las tomadas en León, en el sentido de proclamar la independencia absoluta de España y la unión a México.
Estos firmantes de Acta del 29 de octubre de 1821 fueron: el Jefe Político Subalterno de Costa Rica Juan Manuel de Cañas-Trujillo y Sánchez de Madrid; los Alcalde Primero y Segundo de Cartago, Santiago de Bonilla y Laya-Bolívar y José Mercedes de Peralta y López del Corral; los Regidores Juan José de Bonilla y Herdocia, Nicolás Carazo y Alvarado, Pedro José Carazo y Alvarado, Narciso Esquivel y Salazar, Vicente Fábrega y Arroche, Salvador de Oreamuno y Muñoz de la Trinidad, José María de Peralta y La Vega, Francisco Javier Sáenz y Ulloa y Manuel de la Torre y Jiménez; los Procuradores Síndicos de Cartago José Santos Lombardo y Alvarado y Joaquín de Oreamuno y Muñoz de la Trinidad, y el Secretario del Ayuntamiento Joaquín Carazo y Alvarado.